Por el año 1993 cuando la selección Argentina perdió con Colombia 5 a 0 en el partido definitorio para clasificar al Mundial de Estados Unidos 1994, el Gráfico publicó una tapa histórica: toda Negra y como título “VERGÜENZA”. Bien podría haberle caído a River esa tapa, pero no por el hecho de perder contra un rival muy inferior, porque es fútbol y todo puede pasar, sino por la manera en que quedó River eliminado de la Copa Argentina a manos del Gasolero.
Un River sin alma, sin intensidad, sin prácticamente nada, y que estuvo a 1 minutos de llevarse la clasificación. La diferencia de jerarquía individual e institucional es muy grande, pero se sabe que cuando se entra a la cancha, esas cosas pueden equipararse. Hay dos maneras, jugando mejor que los otros 11 o buscando hacer un partido como el rival lo pide. Raspando, cortando juego, defendiendo bien y en la última pelota ir todos al área para aprovechar los horrores defensivos de River.
Pero yendo al inicio de este papelón sin precedentes, hay que tratar de entender al entrenador Demichelis, quien quiso darle rodaje a algunos jugadores, y dejando a otros importantes afuera, porque supuso un partido “accesible”. Por eso Paulo Díaz, el mejor de River hace tiempo, se quedo en la platea, ni siquiera fue al banco. Su lugar lo ocupó David Martínez, quien tuvo sus posibilidades y nunca las aprovechó. Contra Temperley no iba a ser la excepción. Herrera también tuvo su lugar en el 11 y volvió a padecer los mismos problemas de siempre. Apurado y atolondrado para marcar, no saca un centro bueno y en algún momento del partido lo van a amonestar. Y todo eso pasó.
Lo curioso son los cambios que hace el DT. Siempre entiende que tiene que realizar los 5 cambios, casi como una obligación, y con River ganando 1 a 0 sacó a ¡Echeverri y Borja! Quiza su cabeza ya pensaba en Argentinos Jrs y no creía que Temperley iba a aprovechar el último lateral al área. También modifica siempre el medio: Nacho Fernández por obligación y lesión, perfecto. Pero sacar a Aliendro y Villagra para poner a Simón y Fonseca es algo difícil de entender.
En el juego, River nunca fue lo superior que las categorías indican. Temperley tuvo las suyas y el Millonario aprovechó un gran tiro libre de Barco. Solari no da pie con bola, puede hacer un gol cada tanto, pero erra mucho más, también en decisiones, de lo que hace bien. Y vinieron los 3 laterales al área. River se quería sacar el partido de encima, sabiendo que había tenido chances para liquidarlo y no lo hizo, y entendió que revoleando la pelota a los laterales iba a hacer pasar el tiempo. El primer lateral quedó la pelota boyando en el área y la despejaron; y el segundo David Martínez tuvo la posibilidad de jugarla por bajo y encontrar a un compañero, pero decidió lo mismo que antes sus compañeros: lateral. Y el tercero encontró un rebote en una espalda, un cabezazo adentro y una media tijera que se transformó en el empate. Penales.
Y River sabe que, si va a penales, posiblemente pierda. Armani no logra siquiera adivinar las puntas y eso juega en su cabeza y en la de sus compañeros, que están obligados a convertir porque saben que el arquero no los va a salvar nunca. Pasó eso, lo mismo que en las últimas 6 definiciones por penales, en las que River se fue perdiendo. Un papelón histórico, que en medio tuvo frases cómo “expresión corporal de convencimiento”… Quizá el entrenador no se dio cuenta todavía que esto no es Europa ni el Bayer Munich y sigue con sus habladurías confusas que sólo hacen que el hincha cada día lo quiera menos.